viernes, 30 de junio de 2017

El Círculo de Piedra


Alicia preguntó: "¿Cuánto tiempo es "para siempre"?" El Conejo Blanco contestó: "A veces, solo un segundo".
¿Y si hubiéramos soñado la mitad de nuestra vida? ¿Y si los personajes que hace años llenaban tu vida solo fueran productos de tu imaginación? Si Facebook no viniera al rescate... ¿cuántos de esos amigos o conocidos que no hace tanto llenaban tus días recordarías? ¿Qué decisiones, bien o mal tomadas, seguirían enorgulleciéndote o haciéndote avergonzar? ¿Te reirías pensando en aquellos amoríos pasados si tuvieras la tranquilidad de que solo fueron producto de tu imaginación? ¿Llorarías por amigas perdidas si pensaras que en todo momento solo existieron en tu mente, como si fueran personajes de un libro? A lo mejor no hay tanta diferencia entre una cosa y otra: la realidad se somete a un proceso de "ficcionización" si pasa suficiente tiempo entre el suceso y la narración. 

Pero lo realmente bonito sería que las historias y los cuentos se pudieran volver realidad si uno tiene suficiente paciencia :)



Y hablando de cuestiones atemporales... Hace poco tuve el placer de verme de cara con una. El más sofisticado y mejor conservado círculo de piedra neolítico, o como nuestros amigos ingleses (y medios de comunicación) le llaman: Stonehenge.



Stonehenge es un monumento megalítico que consiste en un círculo de piedra que, según se estima, se erigió a finales del neolítico. O lo que es lo mismo, hace unos 5000 años. Se encuentra en el condado de Wiltshire, a poco más de media hora andando de Amesbury, o a 20 minutos en coche de Salisbury (menos de tres horas en bus desde Londres, tardando un buen rato solo en dejar de parar en el aeropuerto de Heathrow, largo como un día sin pan y con más terminales que aeropuertos sin usar hay en España). Yo ignoraba totalmente la existencia de un monumento de tan añejos tiempos en semejante accesible localización dentro de mi Europa natal, hasta que Santa National Geographic, patrona de los exploradores, publicó un artículo al respecto: en unas excavaciones llevadas a cabo en el 2013, Durrington Walls (una de las ruinas adyacentes al encantador círculo pétreo) resultó contar con alrededor de 300 viviendas ocasionales, destinadas a ocupar a los peregrinos que viajaban al emplazamiento en el período de solsticios (luego veremos porqué). De modo que, en una de mis escapadas a Londres, decidimos acercanos a ver la estructura. La más antigua que, de momento, yo he tenido la oportunidad de ver.

Junto con el conjunto megalítico de Avebury (el círculo de piedra del neolítico más grande de Europa), y otras estructuras más sencillas esparcidas por la campiña inglesa colindante, fue proclamado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1986. Stonehenge es un momumento tipo crómlech. Lo siento, tenía que usar esa palabra. Reconozco que me siento orgullosa de saber lo que quiere decir el término (tras buscarlo en Wikipedia), y su explicación tiene cierta gracia: La palabreja viene del francés crómlech, derivado a su vez del bretón kroum (corona) y lech (piedra). Se usa para definir los monumentos megalíticos formados por piedras o dólmenes introducidos en el suelo y que adoptan una forma circular similar a un muro o elíptica, cercando un terreno. Es una estructura típica europea, propia de Gran Bretaña, Francia, península Ibérica, Dinamarca y Suecia. En inglés, sin embargo, cromlech solo se refiere al dólmen en sí, no a los círculos que forman. En España me temo que somos más prosaicos: definimos esta arquitectura directamente como "círculo" o "anillos de piedras". Como decimos en mi tierra, "al pan, pan y al vino, vino".

Y después de esta parrafada sobre una idiotez, viene otra: ¿sabíais que solo se puede hacer referencia al "megalitismo" cuando hablamos de Europa? A pesar de que estas construcciones (que si prestáramos atención al mero análisis morfológico, serían todas las construidas con "piedras grandes") pueden encontrarse en países tan alejados de Europa como Japón o Isla de Pascua (por cierto, desde aquí reclamo la bajada de precio de los aviones a esa maldita y alejada isla, cuyos moáis son de visita obligatoria para cualquier mortal), los especialistas solo lo utilizan para denominar el fenómeno cultural mediterráneo y atlántico que se dio desde finales del Neolítico hasta la Edad del Bronce.

Y deseo terminar mi perorata declarando que no le deseo a nadie con un cociente intelectual medio  y Google como única fuente buscar una forma clara de dividir los períodos Neolítico, Paleolítico y la llamada "Edad de los Metales", que se divide en cobre, bronce y hierro. Después de una mañana dedicada a intentar esclarecer fechas más o menos claras, tuve que rendirme y aceptar que todo se desdibuja cuando empezamos a ir para atrás. Pasa lo mismo con las rupturas amorosas y los cambios de talla.


Stonehenge está formado por dos tipos de piedras: Bluestone y Sarsen. Son menhires anclados en la tierra, que llegan a pesar 40 toneladas y que los constructores, a los que les llevó una friolera de 80 generaciones terminar la obra (1600 años), arrastraron unos 240 km desde la cantera original hasta su destino. 

Aún es objeto de mucha investigación (no es fácil leer el pensamiento de personas que vivieron en la época de las pirámides), pero es evidente que la estructura tenía una finalidad casi religiosa, y tal vez de observación astronómica. Las evidencias de enterramientos e incineraciones llevadas a cabo durante más de 1000 años también sirven para analizar los cambios en los rituales mortuorios de las poblaciones de la época, aunque solo algunos personajes destacados podían hallar el descanso eterno en esta sagrada área.

Gracias a la característica alineación de las rocas, en el solsticio de verano, el Sol salía justo atravesando el eje de la construcción, lo que hace suponer que los constructores tenían conocimientos de astronomía (sería mucha casualidad). El mismo día, el Sol se ocultaba atravesando el eje del Woodhenge, otro círculo, pero esta vez de madera, donde se han encontrado multitud de huesos de animales y objetos que evidencian que se celebraban grandes fiestas, probablemente al anochecer. De este modo, ambas estructuras se complementaban simbólicamente: la piedra es el símbolo de lo eterno, que marcaba puntos energéticos terrenales e incluso servía (según ciertas creencias) para albergar espíritus elementales. Woodhenge, construido con madera, simbolizaba la vida, como algo perecedero. Precisamente, por ello su conservación es mucho menos glamurosa, ya que la madera no destaca por envejecer bien (cuando hablamos de milenios).

Me gustaría mencionar, por curioso, que un tercio de la propiedad de Stonohenge y Avebury pertenece, y es gestionada, por cuerpos de conservación británicos: English Heritage, un cuerpo del gobierno no departamental (son los que ponen los buses desde el centro y el museo, y los que venden el merchandising), National Trust y la Real Sociedad de la Protección de las Aves (estas dos últimas son entidades benéficas), que fomentan la protección y promoción de los monumentos a través de medidas como la restauración de hierba alrededor de las estructuras y controles de erosión. Esta gestión permite un cierto equilibrio entre la vida cotidiana y la preservación del patrimonio. De hecho, Stonehenge es perfectamente visible desde la gran carretera que conecta Amesbury con otras poblaciones (a tiro de piedra... Vale, ya me callo), y los animales pastan por doquier en los alrededores. Hasta el punto de que nos pasamos la entrada al terreno donde se encontraba el círculo porque no era más que un paso privado ganadero. Estuvimos varios minutos sin saber hacia donde ir hasta que unos lugareños de excursión abrieron tranquilamente la verja y pasaron.

English Heritage también organiza a lo largo del año numerosos eventos de acercamiento con la propiedad, pudiendo hasta entrar dentro del círculo en horarios fuera del público y tratar de trasladarte a muchos, muchos años atrás, y, si la fecha lo permite, ver como el solsticio de verano e invierno se consolida un año más entre las rocas.

¿Quién hubiera dicho que ver rocas gigantescas (o varias) podía emocionar?


¡Gracias por leer! :)

sábado, 7 de enero de 2017

Notre Dame de París

Notre-Dame de Paris- Fachada Norte

"Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante" (Quino)
"El que no posee el don de maravillarse ni de entusiasmarse más le valdría estar muerto, porque sus ojos están cerrados" (Albert Einstein)

¿Quién iba a decir que el destino más barato para hacer una escapada en el puente de diciembre sería París? La antigua Lutecia (que no corrió la misma suerte que la villa de Astérix), un asentamiento galo conquistado por Julio César en el siglo 52 a.C. solo necesitó trescientos años para convertirse en una gran ciudad (siguiendo los criterios de la época), gracias al Sena (que, por cierto, está mucho más limpio de lo que cabría esperar) que le brindó una gran importancia comercial, ya que era el medio principal para transportar mercancías. Se convirtió en capital de Francia en el siglo X, cuando la dinastía Capeto la convirtió en el centro de sus dominios.

Aún a riesgo de caer en los temidos topicazos y teniendo en cuenta que mis amigos han dejado de fiarse de mí cuando de aconsejar viajes se trata por mi falta de visión pragmática... La Ciudad de la Luz tiene una nueva adepta en su fila de amantes (numerosos donde los haya). Por cierto, ¿por qué "Ciudad de la Luz"? Uno pensaría que los del gremio de carteles luminosos no pasan hambre allí, pero lo cierto es que hay tres teorías acerca de ese sobrenombre:

- La primera se remonta al siglo XVII. París tiene el honor de ser la primera ciudad en contar con un alumbrado público. A pesar del sentido artístico francés, que yo admiro como la que más, el motivo no podría ser más funcional: la criminalidad era tan alta en aquellas buenas calles que el simpático prefecto de Policía de la época, Gilbert Nicolas de la Reyne (nombrado por el mismísimo Luis XIV, conocido como Rey Sol), harto de los cargantes cacos y maleantes, mandó colocar lámparas de aceite y antorchas por doquier para disuadir a cualquiera que pensara en cometer alguna infracción (como dato curioso, la abolición de la pena de muerte no llegó a Francia hasta el 9 de octubre de 1981 y no fue hasta el 2007 cuando se introdujo en la Constitución de la V República).

- ¿Qué pasó en Francia en el siglo XVIII? Bueno, muchas cosas sin duda, pero concretaré un poco más: ¿a qué se dedicaban aquellos hombre llamados Voltaire, Diderot, Rousseau y Monterquieu. La Ilustración tuvo su principal centro en París, dando lugar al llamado Siglo de las Luces, que bien pudo ser la causa de que la ciudad fuera tan bellamente bautizada.

- La tercera vuelve a ser prosaica como la que más. En el siglo XIX se implantó en todo París el alumbrado a gas, creado por el químico francés Philippe Lebon, dejando maravillados a turistas y franceses alejados de la capital, que acabaron por atribuirle aquel merecido apelativo.


Pero ya está bien de divagaciones. Centrémonos en algo. Antes de visitar París había algo que deseaba ver más que nada: tal vez me gustara demasiado la película de Disney (que por supuesto suavizó, gracias a Dios, la historia original), o llorara demasiado con el hermoso musical creado por Ricardo Cocciante y Luc Plamondon. Quizás simplemente fue la primera obra de Victor Hugo que leí y una visión del romanticismo muy apartada de lo convencional. No pude evitar llorar cuando la vi: la bellísima catedral gótica Notre Dame de París.

Cuando viajé a Roma, tanto mi amiga y compañera de viaje como yo nos habíamos reído mucho ante el listado de las iglesias que quería visitar (Santa Amistad) y descubrir que todas se llamaban "Santa María". Me reí un poco menos cuando de esta tirada me encontré de nuevo con numerosísimas "notre dame" hayá donde fuera. Una se acostumbra supongo... Sin embargo, esta catedral es especial, y no solo para el viejo Victor Hugo. 

Se mandó construir en el siglo XII por el obispo de París, Mauricio de Sully. Para los juristas como yo, que tenemos a Francia como el ejemplo perfecto de Estado laicista (el Estado no confiesa ninguna religión, ya que las considera como de ámbito meramente personal e individual) puede ser interesante saber que el París medieval destacó por su rápida y profunda expansión del cristianismo. Hasta tenían su propio mártir, saint Denis, o san Dionisio, decapitado en Montmartre (monte de los Mártires) que recorrió diez kilómetros con su cabeza cortada desde su calvario hasta el lugar donde se levantaría posteriormente una basílica en su nombre (son ganas de ir tanto tiempo sin cabeza por las calles de París, que me imagino estarían peregrinamente pavimentadas, y encima desde Montmartre, que hay hasta funicular para subir, de la pendiente que tiene). Esto justificó el que el obispo decidiera en aquella avanzada Edad Media levantar la mayor catedral de a Cristiandad.

Durante dos siglos se trabajó en su construcción, comenzando por su cabecera, como en todos los edificios góticos. Aprovechando la bonanza económica, los soberanos donaron grandes cantidades de dinero para este fin. Una vez terminada la cabecera, continuaron por el altar, donde el obispo pudo decir la primera misa antes de morir.


Detalles Fachada Norte- Galería de los Reyes, torres y rosetón norte.


Su arquitectura destaca por el sistema de arbotantes, o arcos que arrancan de la fachada y permiten que el peso de las bóvedas no vayan sobre los muros, y se puedan abrir enormes ventanales en los mismos. Como este estilo arquitectónico aún no estaba tan avanzado como desearían, estos ventanales no pudieron abrirse hasta 1220. Antes de llegar a mitad de siglo, las famosas torres estaban terminadas. Las vidrieras originales fueron destruidas en el siglo XVIII, más en el siglo XIX y XX se instalaron los tres rosetones que hacen las delicias de todos los visitantes y dan a Notre Dame un carácter aún más especial.

Interior Notre-Dame de Paris- Rosetón Este y ofrendas a la Virgen

Fue utilizada por Luis XIV para custodiar las reliquias de la Pasión de Cristo que, se supone, tenía. A su alrededor se desarrolló la más célebre escuela de filosofía medieval de Europa y un importante centro de poder, pues los obispos de París y señores feudales construyeron a su alrededor sus palacios. Sufrió una gran decadencia durante la Revolución Francesa en 1789, durante la cual se saqueó y destruyó gran parte de sus imágenes, esculturas, estatuas y relicarios. Las campanas de bronce fueron fundidas, a excepción de Emmanuel, una enorme campana de 13 toneladas que debía tañir para anunciar fiestas, funerales, guerras y paces. Los jacobinas la convirtieron en un templo para honrar a la diosa Razón (ya habíamos hablado de la Ilustración, ¿verdad?) y Roberspierre instituyó allí el culto al Ser Supremo.

Sin embargo, Napoleón Bonaparte, en 1801, firmó un concordato con la Santa Sede para devolverle el control sobre la catedral, e incluso se hizo coronar en Notre Dame. Y fue un poco más tarde donde, al fin, la gloriosa obra, cuyo arquitecto original todavía se desconoce, recuperó el éxito y el prestigio perdido: en 1831 se publicó "Nuestra Señora de París", novela de Victor Hugo (recomendada, en serio), que provocó que el pueblo volviera a girarse hacia La Cité y comenzaran las restauraciones. 

Ya en aquel entonces comenzaron a surgir las leyendas y misterios a su alrededor. Supongo que era inevitable, ¿no? No en todos los siglos se construyen catedrales de reyes, emperadores, archidiáconos libidinosos, bohemias gitanas de grandes ojos negros y enamorados jorobados sordos colgantes de gárgolas y campanas.

La catedral tiene entrada gratuita de 08:00 a 19:00 (más o menos). Subir a las torres sí tiene precio, aunque para ciudadanos europeos de menos de 25 sigue siendo gratis. Sin embargo, os recomiendo paciencia: la cola da la vuelta a la catedral y avanza más o menos a la misma velocidad a la que las torres se construyeron. Aunque, sin duda, merece la pena (os lo confirmaré cuando pueda hacerlo, ya que nuestro tiempo era demasiado limitado como para esperar las tres horas de cola).

Notre-Dame de Paris- Fachada Sur



jueves, 1 de octubre de 2015

University College of Cork

Puerta principal al Campus


El secreto está en no ver la aventura siempre en sitios lejanos, en encontrar pequeñas (o grandes) maravillas a tu alrededor. En esta ocasión no me voy a Asia ni a grandes ciudades europeas para elegir el sitio del que hablar, sino a media hora andando de mi casa (y porque yo me he convertido desde hace un par de semanas en la Ermitaña de la Colina, junto con el resto de inmigrantes sin mucho dinero en el bolsillo, y tardo 20 minutos en llegar al centro). Esta semana os voy a hablar de la maravillosa Universidad de Cork que, según tengo entendido, aunque sea solamente de oídas, es la segunda mejor universidad de Irlanda, por detrás del tan famoso Trinity College.

Para empezar, como siempre, voy a divagar de cómo conocí este maravilloso mundo de luz y color (o, como lo llama la gente sin transtornos mentales, "campus"). Me considero afortunada de trabajar en una tienda del centro, donde vendemos velas, inciensos y esas tonterías que tanto gustan al Primer Mundo, y donde siempre tengo la oportunidad de hablar con todo el mundo y mejorar mi precario nivel de inglés (y donde he conocido a gente estupenda con la que comparto esta experiencia de migración). Varias veces al día ves entrar a jovencitos/as y no tan jovencitos/as con una sudadera, riñonera, bolsa, cosa-que-te-cuelgas-al-cuello... de la UCC. Una compañera de Greenpeace Coruña, que había vivido unos años en Cork, ya me había comentado lo bonita que era esta Universidad, y yo me propuse ir cuando tuviera un hueco, dado que mi querida consanguínea en lateral (ergo:hermana) me había comentado que estaba "a tomar por saco". Como suele pasar, ni siquiera tuve que buscarlo, el hueco me encontró a mí:

Una mañana me encontré en la mesa del trabajo unos folletines para repartir entre los clientes de la "Culture Night in Cork", donde se anunciaban un montón de opciones culturales gratuítas para celebrar la noche. Ojeándolo por aburrimiento (no había clientes), encontré una exposición del pintor Hiroshi Sugimoto que debía celebrarse en el Observatorio Crawford, en la Universidad de Cork.

Qué mejor excusa que la exposición de pintura sobre el mar de un pintor del que jamás había oído hablar en un Observatorio para ir a ver el supuestamente maravilloso sitio de estudio. En cuanto terminé de trabajar ese viernes, cogí mis cosas y me planté en el centro de la ciudad a pedir indicaciones a todo ciudadano que quisiera escucharme. Ahí fue cuando me di cuenta de que el Observatorio Crawford no lo conoce ni Dios, y la gente solo me indicaba vagamente donde estaba la Universidad. Irónicamente, el primer edificio que encontré de camino al Campus en sí, fue el Edificio de Arqueología. Obviamente, estaba vacío. Pero el primer motivo de fascinación por esta Universidad fue el encontrar que había un centro de estudios arqueológicos, sede del correspondiente Grupo de Arqueología Universitario, justo al lado de un teatro en uso exclusivo para los grupos teatrales de la propia Universidad. 


Observatorio Crawford

Me empecé a preocupar cuando ni en el propio edificio de recepción habían oído hablar de ese Observatorio. Saliendo de allí un poco confundida por el desconocimiento general, me decidí a hablarle a un señor de cierta edad que estaba hablando con una chica. Muy amablemente, al estilo irlandés, decidió acompañarme hasta la puerta del Campús, ya que le sonaba que el edificio que yo buscaba se encontraba en el centro del mismo. Se despidió de la chica y caminamos juntos. Después de un cuarto de hora hablando de arte y música de la forma más coloquial que me pueda imaginar, me comentó que llevaba 11 años en la Universidad. Al preguntarle si era profesor me hizo saber que más bien era alumno, pero que ya había terminado la carrera hacía mucho. Yo soy jurista de profesión, y me hizo cierta gracia que él también hubiera estudiado Derecho. Hablando de los diferentes sistemas jurídicos, le comenté lo interesada que estaba en hacer algún tipo de práctica o trabajar en algún despacho. Con una sonrisilla, me confesó finalmente que él era el Juez de Cork, ex-abogado especializado precisamente en la rama de Derecho de la que yo hice mi tesina. Al despedirnos, no sé cómo, conseguí que aceptara mi currículum, me diera su email y se comprometiera a darme a conocer entre sus colegas por si salía alguna oportunidad. Después de días y días mandando emails y acosando a todos los despachos que me encontraba, el contacto en el mundo jurídico irlandés lo conseguí perdiéndome buscando una exposición de arte. La vida tiene cierta ironía que resulta muy agradable.


UCC

Y finalmente entré en el Campus. Qué maravilla... Grupos de estudio, una biblioteca tan grande como una facultad entera, aulas de lecturas de teatro, clubs de debate... Una Universidad como uno se la imagina cuando es pequeño y se imagina estudiando una carrera. No tardé mucho en sentirme como Lisa Simpson, agarrándome a los barrotes de la entrada, mientras mis caudales (más bien la ausencia de ellos) me tiraban hacia afuera. Sentía auténtica envidia de la gente que entraba y salía de clase.


Main Quadrangle

Cuando finalmente el Observatorio se materializó ante mí, volví a sentirme desorientada. Era un edificio con la planta tan grande como una habitación de apartamento, con una bóveda como techo. Lo último que uno se imaginaría es que albergara exposición de ninguna clase. Y la intuición no me fallaba: Cuando abrí la puerta principal (que más bien parecía una puerta de cobertizo de un edificio de aldea) me encontré con un "vestíbulo" en el que apenas cabía yo. Subido a unas escalerillas (que supongo, llevaban a lo alto de la bóveda), había un encargado de mantenimiento con una mini-aspiradora (una aspiradora de tamaño normal no hubiera cabido en el edificio), que me miró con una cara de circunstancias que solo podía querer decir "Dios, no, más gente no, que no cabemos". No había otro sitio al que ir que dirigirme a abrir la puerta de forja que había justo a un palmo de mi cara. Di a parar a una habitación circular, con tamaño a juego con el resto del Observatorio, con un montón de fotos de planetas y un hombrecillo tan alto como yo (¿lo contratarían por eso?), que se encontraba detrás de un telescopio, y que, sin yo decirle nada, me dijo "Lo siento, no hay ninguna exposición japonesa. Si existe siquiera, será en otra parte". Al irle a hablar del folleto informativo, simplemente se encogió de hombros, señalando que lo que la publicidad dijera o dejara de decir no variaba la realidad de la ausencia de la exposición. Me tuve que ir en seguida, ya que nos estábamos quedando sin oxígeno. Lo último que sentí de esa excursión es que hubiera sido un sinsentido. En vez de una exhibición de pintura, había encontrado algo mucho mejor: La UCC en sí misma.


Esta Universidad nació en 1845 como una de las tres Queen´s College, situadas en Cork, Galway y Belfast. Fue fundada por la Reina Victoria, por supuesto, a la cual hacía referencia el nombre de la institución. Se eligió Cork como lugar para ubicarla a causa de que era el centro del Comercio Transatlántico (otro día trataré de hacer un post sobre el Puerto de Cork, que tiene una gran importancia, tanto que el escudo de la ciudad son dos torres con un barco en medio), amén de ciertas Universidades de Medicina privadas y la Sociedad Real de Cork.

Se abrieron las puertas a los estudiantes el 7 de noviembre de 1849 (a 115, concretamente), y el edificio principal, el llamado Main Quadrangle fue diseñado por los arquitectos Thomas Deane y Benjamin Woodward, inspirándose en las grandes Universidades de la Edad Media.

A partir de 1880 pasó a llamarse Universidad Real de Irlanda (junto con el resto de Instituciones hermanas), según fue creciendo tanto en oferta, como en tamaño y número de alumnos, hasta que en 1908 se convirtió en la Universidad Nacional de Irlanda, derivando hasta nuestros días en la Universidad de Cork (University College of Cork- UCC), con más de 20.000 alumnos de todas partes del mundo (doy fe, he conocido desde indios, hasta malasios, africanos, estadounidenses y, en alguna de mis tardes pasadas allí, he podido oír hasta gente hablando español con acento de la Andalucía profunda), docenas de edificios y más de una veintena de elecciones académicas. Y es que no solo hay maravillas como Grupos de Mitología, y asambleas políticas, sino que allí puedes estudiar carreras que van desde Arquitectura hasta Estudios Célticos. Yo he visto gente excéntrica, llena de tatuajes extraños, que van a estudiar "Arte e Irlandés", así que me da que por poder, puedes hasta combinar las carreras a tu antojo. Vamos, una maravilla para los frikis ratas de biblioteca que aún le siguen dando importancia al Alma Matter y a que esta sea una buena elección.

Además, personalmente, es un sitio al que da gusto simplemente ir a pasear. Está al lado del Canal (de hecho, la elección del sitio donde construírlo tuvo que ver con eso), en la parte donde aún pueden sobrevivir cisnes y patos sin mutar, y alrededor del Campus no hay otra cosa más que librerías, cafeterías, restaurantes y tiendas de segunda mano. Por algún motivo, solamente me han pasado cosas buenas cuando me he acercado. Os podeis imaginar mi cara cuando descubrí un Centro de Estudios Gallegos en lo profundo del Edificio de Idiomas, lleno, por supuesto, de descendientes de Breogán. Supongo que es una mezcla entre sentirse en casa y a la vez disfrutar de la extranjería.




Espero que este artículo tan subjetivo os haya gustado. Seguramente no todos compartan mi pasión por las Universidades. Supongo que el romanticismo sigue latente en mí, y no puedo evitar pensar en ellas como ese sitio donde uno se desarrolla académica y personalmente de la forma en la que elige libremente, donde se forja el adulto que somos en la siguiente etapa de la vida y donde se aprenden mucho más que un montón de fórmulas, fechas, o en mi caso, leyes. Para los afortunados que os podáis permitir estudiar en una Universidad así, o incluso en esta, o tan solo visitarla, no os lo penséis dos veces. La vida es un aprendizaje constante, pero nunca está de más pasar de vez en cuando por esos sitios que ya, desde su nacimiento, se pensaron como el lugar donde uno decide su camino.


http://www.ucc.ie/en/


Gracias por leer :)


















jueves, 17 de septiembre de 2015

El Gran Canal de China



Está bien, lo reconozco: Soy fan de la National Geographic. Sí, soy de esas plastas con complejo de Hermione Granger, que va por la vida soltando datos a diestro y siniestro que ha leído en la tan conocida revista (que, para mi gran desgracia, ha sido comprada por un semi-simio (o ya quisiera) estadounidense que niega venir de los idem, y dice que el calentamiento global son los padres. DEP, mi amada NG, siempre te recordaré). Así que en este post, voy a hablaros de un declarado Patrimonio de la Humanidad, que conocí por este medio.


El Gran Canal- Nº140 NG Historia


Personalmente, opino que una de las muchas (muchísimas) cosas maravillosas que tiene la vida es que no siempre podemos explicar porqué algo nos gusta hasta lo increíble. Simplemente cada vez que vemos, oímos, sentimos, olemos, notamos, tocamos o saboreamos ese algo, notamos ese tirón cerebral que nos dirige hacia él, muchas veces siendo incapaces de evitarlo. Opino que la gente, la masa, está muy "rebañizada" (si me permitís sacarme de la manga un término tan pastoral), pero las personas son en su inmensa mayoría deliciosamente apasionadas. Os reto a echar un vistazo a vuestro alrededor, y comprobaréis que tengo razón. Hay personas que son capaces de estar horas mirando el mismo cuadro, o leer el mismo libro cincuenta veces en su vida, o, porqué no, mantenerse enamoradas de la misma persona desde el instante en que la ven. Y muchas veces no serán capaces de explicar qué demonios hay en ese cuadro, en ese libro o en esa persona que les mantiene absolutamente enganchados. Y es que hay cosas que no se pueden sacar del plano de las emociones, ni siquiera para tratar de plasmarlas en palabras, al igual que muchas veces nos trabamos al intentar explicar un sueño que tuvimos la noche pasada.

Mucho menos romántica fue la decisión de construir un enorme canal que atravesara la gigantesca China de norte a sur. La naturaleza no bendijo estos puntos cardinales con ríos naturales (que por otra parte, tampoco eran lo ideal, a causa de los peligros que la inestabilidad de sus caudales provocaba), y se daba la dicotomía de que los emperadores de las diferentes dinastías estaban empecinados en vivir en el norte, mientras que las regiones productoras de arroz, por mucho que estos ordenaran al Sol y a la Lluvia que lo cambiaran, se mantenían en el sur. Como dejar de comer arroz no entraba en sus planes, y dejar de cobrar tributos a los sureños pues como que tampoco, un buen día, allá por el 605 d.C., el emperador Yangdi, de la dinastía Sui (que no acabó bien parada por dar demasiado el coñazo con Corea), dijo para sí: "Me niego a gastar el dinero destinado a concubinas en comercio terrestre. ¡Si total, lo que hay en este país son ingenieros hidráulicos y gente susceptible de ser esclavizada!" (Bueno, seguramente no fue así, pero me permito la licencia poética de meterme en la cabeza del buen emperador). Y dicho y hecho, desde entonces hasta 500 años más tarde, se realizó y perfeccionó el Gran Canal, a través de cavar vías artificiales y unir los ríos, canales y lagos existentes. Dicho Canal era usado para transportar cosas tan variadas como alimentos, madera, tejidos o porcelanas.


Gran Canal a su paso por Wuxu, en la provincia de Jiangsu (Nº140 NG Historia)


No voy a dar el coñazo con los cambios que las distintas dinastías y emperadores hicieron. Solo decir que estuvieron moviendo la capital de un lado para otro hasta que se acabó el maldito Imperio y que cierto personajillo llamado Confucio no estaba muy a favor de la aventura de ingeniería, porque prefería que hubiera más incomunicación entre el mandamás de arriba y los pueblerinos de abajo (el clásico "te quiero lejos", pero Confucio no era tan prosaico). En vez de eso, prefiero destacar los detalles que hacen de esta obra una joya en la Historia.

Muchas son las pinturas que retratan la belleza de esta creación, como puede ser el cuadro Amanecer el el Gran Canal de William Havell, que impresionaba a los viajeros que la descubrían, como Marco Polo. Los lados del canal se empedraban para favorecer el trabajo de los que, puntualmente, debían arrastrar los barcos que los recorrían, y los sauces enmarcaban las orillas, ya que sus raícen reafirmaban el lecho. No tardaron mucho en empezar a construír pagodas por doquier, para ir agradeciendo a cada trecho que un cambio brusco de los cauces no te destruyeran el envío, así como poblaciones que tenían su razón de ser en el comercio que el Canal ocasionaba. 


"Amanecer en el Gran Canal", de William Havell.


Los barcos que solían atravesarlo eran los llamados "juncos", mucho más pequeños y fáciles de manejar que los armatrostes que se solían ver en el tráfico marítimo. La construcción de esta obra convirtió a China en la economía más dinámica y diversa de todo el mundo conocido en el siglo XVI. La facilidad que suponía para el transporte, y el hecho de que también podía ser usado por los mercaderes particulares, no solo por barcos estatales, hizo que los bienes de una y otra región se compartieran entre la totalidad de la población china. Un ejemplo de ello sería la ópera kunqu, que de esta forma se dio a conocer desde su lugar de origen, Suzhou, hasta todo el país. 

Desde luego, no todo era bonito. La construcción se sufragó con el llamado trabajo anual obligatorio, que acabó instaurado también para mujeres (lo que no era muy popular), no se permitía ni un solo día de retraso en la llegada de los tributos de grano al emperador, costó una millonada que por supuesto repercutió en el pueblo llano, que para más inri, era el encargado de costear la alimentación y mantenimiento de los numerosos barcos imperiales y del canal en sí. Se dice que no hay luz sin sombra, ¿no? La predominancia del comercio por mar a finales del s. XVIII ocasionó un declive de la que antaño había sido la vía de comercio más importante de China. Sin embargo, no solo recibió en el 2014 la consideración de Patrimonio de la Humanidad, sino que aún hoy, el Canal creado hace más de 1400 años sigue siendo una importante arteria comercial en su país.


Agradecimientos por la lectura, pequeños saltamontes :)


sábado, 5 de septiembre de 2015

Hacia el Hostal Aaran...


De alguna forma, todos somos pequeños exploradores. Todos soñamos con irnos lejos a vivir aventuras, hacer de nuestra vida una Historia digna de ser recordada y, tal vez, luego volver para contárselo a nuestros nietos a la luz de la chimenea, o escribir un libro que animará a otros aventureros a correr nuestra misma suerte. ¿Cómo empezar este artículo, si ni siquiera yo misma sé qué es lo que quiero expresar? Como siempre, empezaré desde el principio, esperando no divagar en exceso.

Ya desde niña miraba el mar. No sé muy bien qué esperaba encontrar más allá de la línea que separaba los dos tonos de azul. Ni siquiera recuerdo que pensara en nada cuando lo hacía. Parece que los recuerdos más felices son aquellos en los que intentas hacer memoria y descubres que en tu cabeza solo había vacío. Sin embargo sé que desde entonces, cuando aún no había aprendido a vocalizar bien, ya informaba a mis padres que algún día me iría, quizá a América (que era el colmo de la lejanía para mí en aquel entonces), a correr alguna aventura.

Y aquí me encuentro, dieci-tantos años más tarde, armada con una mochila, buscando un sitio donde refugiarme, a punto de vivir mi cuarta mudanza en tres meses. No sé si recomendaría a alguien hacer la serie de estupideces que he ido haciendo yo en tan pocas semanas, ya que ni siquiera mi cerebro ha terminado de decidir si lo que he hecho ha sido una buena o una mala idea: mandas a tomar por saco tu vida pasada, llena de errores, de traumas y de sufrimientos, pero en la que también sabías que el siguiente paso que ibas a dar no te iba a hundir en el fango, y en la que contabas con abrazos cálidos por la noche y aplausos en el plano académico, convencidísima de que estás a punto de montarte una vida totalmente distinta y mejor. Llega un punto en que, entre las lágrimas histéricas por tu decimoquinta decepción en una semana, finalmente tienes que admitirte que en el fondo esperabas que un camino de oro apareciera bajo tus pies según bajaras del avión. No es que seas idiota, claro, pero... pero eres idiota. Una idiota de 22 años. Y ya va siendo hora de que te des cuenta. Se me ha olvidado lo que es tener largas las uñas, todas mordisqueadas, o no sentirte atemorizada a cada rato por los imprevistos que puedan surgir en cada esquina que cruzas, y por supuesto, tienes que aceptar que comer como Dios manda ha quedado solo en el recuerdo. Pero es la decisión que tomé, y he de seguirla, si como mínimo quiero saber cómo se va a terminar de ir todo al traste. Veamos si es una de esas situaciones en las que, como decía Steve Jobs, uno en el futuro va uniendo puntos.

¿Quién me iba a decir que se me iba a escapar una sonrisa incrédula, al descubrir un viejo hostal arruinado, sin timbre siquiera, en el que tienes que atravesar un caminito con un pobre cesped a los lados? La valla que separa una propiedad de otra es tan baja que te puedes sentar encima y mirar a tu alrededor, esperando que en cualquier momento aparezca el conejo Perico y te diga cómo entrar a hurtadillas en el huerto del Tío Gregorio (o te deje dinero, no sabes qué es lo que prefieres). Cuando, al no encontrar a tu anfitriona, te diriges a la verja de entrada para comprobar que no te has equivocado de dirección, la puerta se abre de repente y aparece la que será tu nueva casera. Y otra sonrisa se te escapa.




No sabes si esa mujer te cae bien al instante o te da miedo, ya que es la viva imagen de una caricatura de un cuento de Roal Dahl (en ese momento, te concedes a ti misma la broma de pensar que qué lástima que no estés más bien en uno de Dickens, donde los protagonistas acaban prósperos y millonarios, y no convertidos en ratones o sin poderes por haber sido adoptados por una profesora traumatizada y reprimida). Visitas el que tal vez sea tu nuevo hogar, reconvertido en casa para pobres diablos como tú. Tengo que admitir que me gustó que estuviera justo enfrente de una estación de tren vieja, tiene cierto regustillo romántico que te hace imaginarte a ti misma como una ermitaña o una trotamundos, que va de posada en posada, sin jamás tener un hogar.

"Hay agua caliente y calefacción", recita la Casera, "y el baño es para compartir dos personas, al igual que la nevera". Esa mujerona, con claro sobrepeso y ojos pardos, me hace mucha gracia. Especialmente cuando me recuerda que ella no es la madre de nadie, que puedo entrar y salir cuando me de la gana y que solo baja a la zona común cuando una de sus inquilinas hace tartas.

La Antigua Posada (que es como en mi cabeza llamaba ya a ese posible futuro hogar) tiene un baño que da pena, pero está decorada con preciosos cuadros que emulan la vida africana ("Los pintó mi madre", me informa la Casera, "Le encanta África. La llevé por su cumpleaños; fue fantástico". "Ese", señala un póster con la cara de un lobo ártico, "Ese es un regalo de un ex-novio de hace tiempo. La verdad es que me gustan los lobos. Es bonito". "¿Por qué desperdiciar un buen regalo?", le concedo yo). La vieja casa tiene tres o cuatro pisos, no conseguí averiguarlo, uno de los cuales pertenece a la Casera, y otro es común. Una vieja chimenea que no funciona preside el salón. Diccionarios de varios idiomas ocupan una estantería baja que hay sobre el sofá. ¿Qué habrá sido de todas las personas que han pasado por allí, desde que fuera un hostal, hace menos de un año, y ahora que ya no lo es? ¿Qué hará la chica a la que vas a sustituír en la habitación? ¿Se irá a hacer la Ruta de la Seda, en busca de volverse una mujer de negocios, si es que sigue existiendo? ¿Se habrá enamorado de un músico y pretende seguirlo para siempre? No puedo evitar pensar esas cosas, y cuando la puerta se cierra detrás de mí sigo con una sonrisa interna, que se externaliza cuando ves que en la acera hay una especie de Camino de la Fama de Cork, que te indica el camino a casa.

No esperaba estar así, en la segunda ciudad más grande de Irlanda, que apenas si es un pueblo, deseando que te den más horas en el trabajo para poder ahorrar para tu siguiente destino. Aunque a decir verdad, cuando intento imaginarlo, no soy capaz de concretar qué era lo que sí esperaba. Así que me encojo de hombros y sigo caminando.

Muchas cosas han cambiado desde que cogí el último avión. Y diría más, que esas cosas no han dejado de cambiar desde entonces. "La vida es cambio. Al menos la vida que he escogido para mí", decía orgullosa hace menos de tres meses, convencida de que estaba preparada para todo. ¡Qué poco sabías lo que implicaba esa gran verdad, duendecillo! 

Recuerdas, de camino a tu viejo hogar en Cork, y repentinamente te pones en la piel de un personaje de una novela que escribiste cuando aún estabas en el instituto, y ves que no tenías ni idea de lo que una persona real tiene que pasar para poder permanecer impasible en una habitación de hostal en un país que no es el suyo, leyendo una novela negra, pasando por alto su clara superioridad intelectual por resultarle totalmente natural. Me he pasado la vida creando personajes que nunca he estado preparada para entender. ¿Qué habrá tenido que pasar Willow, la antigua espía de las historias que mi mente adolescente escribía, para que la soledad ya no le pese y soportar estar sola consigo misma a pesar de que no se gusta? Cuando me la inventé no me dio pena, di por sentada su fortaleza. Y de repente la lástima se transforma en envidia.

Es un auténtico consuelo darte cuenta de que la vida de adulto no ha asesinado del todo a esa niña interior que tanto apreciabas, y que creías ahogada entre tantas lágrimas de miedo y desconcierto. Qué alivio, ver que sigues pensando en viejos cuentos cuando encuentras sitios reales parecidos, o viendo lo bello donde la gente solo ve lo corriente. De verdad creí que eso también había muerto, junto con la confianza en mi inteligencia, que nunca más daré por sentada. Qué bendición darse cuenta de que, en el fondo, lo que uno es de verdad nunca desaparece del todo. Puede atrofiarse, puede esconderse, pero siempre está ahí, en el fondo de nuestra mente, esperando para saltar, al acecho. Jamás hubiera dicho que me encontraría de nuevo, después de tantas semanas, en un hostal abandonado en las afueras de un suburbio irlandés. ¡Supongo que nunca sabes dónde moras en realidad! Aunque pensándolo mejor, no me sorprende que mi niña interior estuviera esperándome sentada en una sofá frente a una chimenea, mirando un cuadro que representa la sabana africana, con un montón de diccionarios a la espalda y viejos trenes sonando a escasos metros.

Atrás queda la seguridad, la comida a las horas predecibles, la confianza de tener donde dormir, o las personas al otro lado del teléfono cuando a ti te apetezca. Atrás queda el sentirte auto-suficiente por nada, admirable por trofeos escolares o aventurera por quedarte en casa. Nunca volverás a ser la de antes. La vida que decidiste dejar atrás, atrás ha quedado, y tú solita te lo buscaste. Por primera vez en bastante tiempo, recordar eso no hace que me piquen los ojos. Echo una última mirada al jardín, para comprobar que Perico, astutamente, se ha vuelto a esconder de los ojos humanos, antes de respirar hondo y, finalmente, seguir las estrellas.





Gracias por leer.



viernes, 21 de agosto de 2015

Hong Kong




Sí, tal vez sea demasiado ambicioso. Pero el conformismo es para los cobardes (O no... Bah, da igual). Esta semana, en la que me ha tocado lo que yo llamo "currar como un adulto" (jornada completa), toca resarcirme por el voto de silencio editorial que he hecho contra mi voluntad, y tratar de exponer una parte del mundo muy curiosa: La gran Isla Pirata (Los Simpson dixit), la tal Hong Kong.

"Kowloon Panorama" por Ryan Cheng. Puede verse Knowloon y la Isla de Hong Kong





Como parece que la anécdota es divertida (aunque yo no le vi mucha gracia, a pesar de las risas de familiares y amigos a los que se la narré), empezaré contando porqué esa inquietud hacia esa pequeña, pero muy importante, zona de China.

Como ya comenté en mi segundo post, hace escasos meses (dos, de hecho) me mudé a Irlanda, en un intento de mejorar mi inglés y conseguir trabajo, ya que ambas cosas eran difíciles en mi amado país natal. Invadida por el tedio que me supone mantener el culo pegado a una silla y sin nada mejor que hacer, me decidí a acudir una charla que había visto anunciada por las calles de mi nueva ciudad en carteles que prometían un simposio sobre la situación política en China. Como el gigante asiático siempre me ha resultado de gran interés, y como buena graduada en Derecho nunca renuncio a nuevas lecciones sobre política, decidí que encajaba en una reunión así. Llegando con el tiempo justo, y encontrando el emplazamiento a duras penas (un hotel medio escondido que tenía una curiosa cascada natural dentro), mi sorpresa fue llegar y encontrar más chinos que occidentales ávidos de aprender, que me miraban como si me acabara de caer de un platillo volante. Sin embargo, puedo decir que fue una charla muy interesante (en la que incluso se me dejó participar, a pesar de que mis ojos no eran rasgados), donde una simpática y guapa activista nativa de Hong Kong nos habló de la labor de su asociación en los derechos políticos de sus conciudadanos. Y sobresalió el tema de que Hong Kong era un mundo aparte en relación con el resto de China. A esto debería añadir que recientemente me quedé con dos palmos de narices cuando, buscando una lista con todos los países existentes en la actualidad, me encontré con una que nombraba esta región separada de la República Comunista, como si fuera un Estado diferente. Así que si hay por ahí algún friki como una servidora al que le gustaría leer algo más sobre este ente aparentemente fuera de lo común, será un placer contribuir humildemente a saciar su curiosidad. 

Hong Kong, cuyo nombre es una traslación fonética del cantonés que significa "Puerto Fragante" (refiriéndose a que emite fragancia, aunque no se ha decidido a qué viene ese nombre. Se cree que al incienso que se producía en la ciudad y se olía ya desde los barcos que se acercaban), en realidad se llama "Región Aministrativa Especial de Hong Kong de la República Popular de China" . Está formada por la propia Isla de Hong Kong, la parte peninsular de Kowloon, y los llamados "Nuevos Territorios" (unas islas que hay por esa zona, como Lantau, que estuvieron prácticamente deshabitadas durante casi todo el siglo XX). ¿Que porqué es Especial? Pues porque hasta casi finalizado el siglo pasado ni siquiera era China. No, no es que al nuevo se le de un trato especial, es que fue una de las condiciones que impuso el ya extinguido (?) Imperio Británico para devolverle ese territorio a China el 1 de julio de 1997.

Sí, señores, quien creía que el colonialismo acabó con Pocahontas cuando se casó con John Smith (o el inglés de turno), se equivocaba de cabo a rabo. Hong Kong era una zona dejada de la mano de Dios hasta que se descubrió que más bien Dios había dejado allí una cosa muy divertida: el opio. El comercio se disparó cuando los europeos (viciosos desde siempre, por muchas iglesias que construyéramos y muchas cruzadas que libráramos) descubrieron semejante "barro extranjero" (como era llamado), allá por principios del XIX. El problema vino cuando los chinos se decidieron a dejar de comerciar con él, y nuestros buenos amigos los ingleses, que parece que no llevan muy bien que les quiten las drogas, ni cortos ni perezosos les declararon la guerra. Tal vez pilló por sorpresa a los chinos la tan conocida decisión militar de los británicos (nadie les dijo que había que atacarles a la hora del té, que es cuando están más distendidos), o quizás no se acabaran de creer que alguien empezara una guerra por algo así, pero el hecho es que en 1841 los antepasados de la Reina Madre ya tenían otra banderita clavada en una nueva colonia: la Isla de Hong Kong. Con el Tratado de Nanking se terminó la guerra y se cedió la isla a la corona británica sine die. Como una única guerra era muy poca cosa, y sobre todo, muy poco europeo, Perico volvió al torno y se declaró otra. La Segunda Guerra del Opio terminó de forma muy parecida, otorgando a los mismos plastas de siempre la península de Kowloon en 1960. Como romper una colección está muy feo, se les concedió el ususfructo (para los no juristas: uso y disfrute, pero no propiedad) de los Nuevos Territorios en 1898 (esta vez solo para 99 años, que a veces hay que ponerse serios y no ceder a todos los caprichos). ¡Un usufructo! ¡De un puñado de islas! Eso no aparece en el Código Civil... Desde luego que ya se ha hecho de todo en este Manicomio Redondo.

Pero los ingleses no contaban con su alter ego asiático, Japón, que les vino a aguar la fiesta en la II Guerra Mundial, invadiendo estas "cesiones" a la corona (como ya hemos hablado, a los japoneses no se les da bien estarse quietos en materia de batallas). Entre las guerras (tanto la mundial, como la civil china), las epidemias y las sanciones internacionales, Hong Kong se convirtió en un centro de recepción de refugiados, que huían de los problemas que buyían en los territorios adyacentes. Sin embargo, como contraposición, su aislamiento del resto de países que le rodeaban le permitió convertirse en un gran puerto comercial y un lucrativo centro financiero.

Finalmente, a pesar de los llantos de Reino Unido (que aún sigue pataleando por lo que le queda en el tintero), se decidió que el colonialismo estaba MAL, y este tuvo que aceptar devolver a China sus tierras, con la condición de que conservara durante 50 años la economía de libre mercado y los sistemas social y legal que los europeos habían montado, dando lugar a la filosofía china de "Un gobierno, dos sistemas", que no es otra cosa que "Comunistas Sin Fronteras, salvo por el Capitalismo a Gran Escala que impera en según que zonas". La otra Región Administrativa Especial es Macao, antigua colonia portuguesa, que también mantiene una ideología capitalista por orden de los antiguos señores feudales.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

A causa de formar parte de China, Hong Kong ha tenido que capear con la tormenta de la corrupción y las crisis económicas, asi como alguna que otra epidemia (Síndrome SARS, o Síndrome Respiratorio Agudo Grave... Por creer que el Medio Ambiente es una leyenda, tal vez), lo cierto es que también es un magnífico y ecléctico lugar, donde se manifiesta la unión Oriente-Occidente, dando lugar a algo tan exótico como interesante. Aunque tal vez primero habría que convencer a sus habitantes, pues solo el 17% de su población se considera ciudadano chino, mientrás que casi el 40% se considera sólo hongkonense (ríete tú de Cataluña).

La moneda utilizada es el dólar de Hong Kong (una divisa de considerable relevancia), y sus idiomas oficiales son tanto el inglés como el chino (sobre todo el dialecto cantonés, aunque se trata de extender el uso del mandarín). Se usa el derecho tradicional inglés (el llamado Common Law, que en pocas palabras significa que el Derecho es lo que dice el señor Juez, Mr. Justice, y punto en boca) y tiene una gran relevancia en el plano internacional, teniendo en su territorio la sede de organizaciones como la FIFA, la Organización Mundial de Comercio, o la WWF. Lleva él solito sus propias relaciones internacionales, para que Don Mao no venga con la rebaja en cuanto se descuiden, y es una de las rentas per cápita más altas del mundo. Por lo general, no es un gran infractor de los derechos humanos, pero sufre de claras deficiencias de las que adolece el resto del país, como la censura en los medios, la falta de sufragio universal o la discriminación a la mujer.

Es uno de los grandes centros financieros mundiales (y el principal de toda China) y su economía depende mucho del comercio mundial, sobre todo en relación con el comercio chino con el resto del mundo. Es uno de los lugares con mayor libertad económica del mundo, y su mercado de valores es el segundo más importante de toda Asia, solo por detrás de la Bolsa de Tokio. Por ello, se puede decir que es la puerta de entrada de Occidente para entrar en China (algo que se está empezando a decir también de Shangai).

Suena muy diferente a la imagen que tendríamos todos cuando pensamos en China, imaginándonos gente amarillenta con un gracioso sombrero plano, tirando de tuk-tuks o plantando arroz, unos encima de otros por falta de espacio... Bueno, en algo acertaríamos: en Hong Kong abundan los rascacielos, y no porque sea más moderno, sino porque no hay sitio en el suelo para tanta gente. No en vano es el mercado inmobiliario más caro del mundo... Hay unos 7 millones de chinos, según el censo de 2014, y subiendo, porque tienen la mala costumbre de no morirse (disfrutan de una esperanza de vida de las mayores de todo el mundo, más de 80 años). Encima, el 75% de su territorio está calificado como espacio natural, así que se tienen que hacinar en el 25% restante para vivir (supongo que el fin de semana huirán al monte de picnic, para respirar un poco).


Habiendo ya dicho que es un zulo ecológicamente protegido (lástima que aún así sea de las ciudades más contaminadas del mundo), receptor de especuladores, Puerta de China y que se lo han pasado de unas manos a otras desde el antepasado siglo, queda hablar de porqué sería tan apasionante ir, por si alguien aún sigue dubitativo.

Aunque más de un 90% de la población es china, de ascendencia mayormente asiática, la diversidad se respira allá donde vayas. La arquitectura es propia de un barrio neoyorquino (entre sus rascacielos está el International Commerce Centre, que es el cuarto más alto del mundo), pero las religiones predominantes son el budismo, el taoísmo y el confucionismo, conviviendo con el 10% de la población cristiana. Son las creadoras de esas películas de artes marciales que tanto marcaron a Occidente, en las que Bruce Lee y Jackie Chan enseñaban a los americanos que no todo era soviético al otro lado del mundo y además de participar en las Olimpiadas, organizan sus propios "Juegos Asiáticos". En definitiva, es un gran centro cultural, que produce y recibe tanto productos nacionales como de estilo digamos más americano. Una de sus grandes atracciones consiste en disfrutar del skyline, dado que todos los días se organiza un espectáculo de luces y sonidos donde un gran número de los edificios participan para amenización de los turistas, al más puro estilo Las Vegas, al mismo tiempo que la visita recomendada por excelencia son los bazares asiáticos, en especial el Mercado Nocturno del Temple Street, donde se tiene por costumbre jugar al ajedrez, retando al campeón de turno, comer platos asiáticos al aire libre, adquirir jade (el "oro" chino, que según la creencia, protege de los malos espíritus) y por supuesto, comprar el producto estrella: las falsificaciones, para quien creyera que había abandonado el País Panda... Como curiosidad, os diré que también se le llama el Mercado de los Hombres, a causa de la cantidad de oferta de ropa de caballero, el gran número de películas de gangsters de las que ha sido escenario, y porque por lo visto contiene una gran exposición de los llamados "placeres para hombres". No he conseguido descubrir si eso significa que hay prostitución o solo revistas subiditas de tono por doquier... habrá que ir para comprobarlo. En cualquier caso, un buen dim sum siempre sienta bien.


Bueno, al final me ha quedado un testamento curioso. Confío en que no se os haga muy infumable, y en caso de que así sea, reitero con especial vehemencia...


Gracias por vuestro tiempo :) ¡Muy feliz semana!


Para más información:

- http://www.britannica.com/nations/Hong-Kong
- http://www.lonelyplanet.es/destino-asia-china-hong-kong-43.html
- http://www.lonelyplanet.es/blog-mercadillos-rastros-bazares-zocos-160.html




lunes, 10 de agosto de 2015

El Florecimiento de los Sakura

Estúpidos horarios de persona de a pie, que no nos dejan tiempo a los bohemios frustrados para investigar y escribir... Me perdonaréis si encontráis esta entrada un poco pobre o falta de chicha, pero seguro que la belleza del suceso a exponer lo compensa, y es que esta semana toca la celebración de la Fiesta del Hanami, a lo largo y ancho del hermoso País del Sol Naciente, Japón.

Sakura en flor en el Pabellón Dorado de Kyoto. Por Gigi Castrol.

Este festival de Hanami, que es el nombre que los japoneses dan a la tradición de "observar la belleza de las flores" (adorable, ¿no os parece? Sobre todo en un país con una tradición bélica tan absoluta, hasta el punto de haberles tenido que prohibir internacionalmente que tengan su propio ejército, tras la ocupación americana en la II Guerra Mundial), coincide con la fecha del florecimiento del Sakura, o flor de cerezo, protagonista de la celebración, que ocurre en la primavera. Y es que a pesar de no ser la flor nacional (que es el crisantemo), apuesto a que estas maravillosas flores rosadas nos hacen pensar a todos en ese exótico y maravilloso archipiélago.

El porqué de este amor por este árbol, cuyo origen se atribuye a la zona del Himalaya, se remonta a la milenaria tradición de los samuráis. Esta flor tiene la peculiaridad de que solo florece en primavera, dado que en verano el arbol está cubierto de simples hojas y en invierno y otoño se muestra desnudo, por lo que tiene una vida muy corta, como la que los samuráis, pobrecillos, disfrutaban (y orgullosos de ello). La filosofía consiste en caer cuando aún se es fuerte, bello y ágil en la batalla (de acuerdo, curiosamente, con el decir popular tan conocido en España de "muere joven y deja un bonito cadáver", y del que os voy ahorrar mi opinión al respecto), ya que la flor del cerezo cae del árbol antes de marchitarse, a causa de la fuerza del viento. Además, cuenta la leyenda que su color rosado se debe a la sangre derramada por estos guerreros durante el seppuku, que no es otra cosa que el harakiri que se hacían "voluntariamente" los buenos soldados para evitar la deshonra y que se solía celebrar ante un cerezo (otro día ya os contaré la historia tan curiosa de estos suicidios tan peculiares y bien asistidos, porque no tiene pérdida).

Durante este festival, que se celebra hasta entrada la noche (pasando a llamarse yokazura, osea, "cerezos de noche"), las familias y amigos se reúnen para hacer un picnic debajo de este hermoso árbol meramente ornamental, ya que la variedad preferida por los nipones no produce fruto. A causa de la diferencia de clima entre las islas, las fechas de florecimiento, que son advertidas con tiempo por las agencias meteorológicas japonesas, varían. Las celebraciones comienzan desde principios de marzo, que comienzan en la más sureña región de Okinawa, hasta llegar a la zona más meridional, la isla de Hokkaido, la última semana de abril. Es uno de los acontecimientos que más turismo suscitan, y no es difícil adivinar porqué.

Espero que hayáis disfrutado de este sencillo post tanto como yo al escribirlo, y es que en medio de la vorágine del día a día, no está de más hacer caso a nuestros amigos, los que no hace tanto portaban katanas y luchaban por grandes señores y por el honor, y pararse a "contemplar la belleza de las flores".


Thank you again, por pararos a leer :) ¡Feliz semana!


Para saber más: 
http://japontotal.com/post/5084210594/tradiciones-de-jap%C3%B3n-hanami-%E8%8A%B1%E8%A6%8B-lit-ver 
http://www.japanlinked.com/about_japan/fha/hanami.html